Retorno al pasado
18 de noviembre, 2007
Luis Rubio
En Puebla se encontraron las realidades partidistas del pa铆s y el resultado no es alentador. El PRI pr谩cticamente arras贸 en las recientes elecciones estatales, confirmando su legendaria vocaci贸n de poder. Casi lo contrario se puede decir del PAN. Pero lo m谩s evidente es que nuestro sistema federalista es un fracaso en t茅rminos democr谩ticos.
El triunfo del PRI en el estado de Puebla es avasallador. El partido no s贸lo logr贸 el control del legislativo local sino que gan贸 los 26 distritos y 143 de las 217 alcald铆as en disputa. El PAN escasamente qued贸 como segunda fuerza, perdiendo plazas importantes, en tanto que el PRD, a pesar de los enormes recursos que dedic贸 y de la campa帽a permanente de L贸pez Obrador en el estado, qued贸 como la cuarta fuerza electoral, detr谩s del PANAL. Una situaci贸n como 茅sta s贸lo puede explicarse de una de dos maneras: o bien el PRI, partido en el gobierno del estado, ha tenido un desempe帽o extraordinario y excepcional o existen otras circunstancias que produjeron la debacle de la oposici贸n.
Bajo cualquier rasero, el desempe帽o del gobierno poblano, como el del oaxaque帽o y otros similares, ha sido pobre y controvertido. Su econom铆a no se ha destacado por resultados descollantes y los esc谩ndalos que han caracterizado a esos gobiernos estatales en los 煤ltimos a帽os no s贸lo han empa帽ado su administraci贸n, sino que, desde la perspectiva m谩s generosa, los han distra铆do de sus responsabilidades cotidianas. Incluso utilizando la 贸ptica m谩s benigna, al igual que en el caso de Oaxaca, es imposible pensar que, con su voto, la poblaci贸n refrend贸 los miserables resultados de esa administraci贸n estatal.
Si la explicaci贸n del triunfo del PRI no reside en la calidad superior del gobierno del estado, 茅sta tiene que encontrarse en otras circunstancias. Aventuro dos hip贸tesis complementarias: primero, el gobernador tiene un control real y efectivo de los 贸rganos electorales y legislativos, lo que le confiere una infinita capacidad de manipulaci贸n; y, segundo, el PRI y los pri铆stas tienen una vocaci贸n de poder que les permite superar cualquiera sus disputas y diferencias internas y que contrasta con la ausencia de esa misma vocaci贸n en el PAN, cuya l贸gica sigue siendo la de un partido de oposici贸n, m谩s preocupado por sus querellas ideol贸gicas que por gobernar. De ser v谩lidas estas hip贸tesis, sobre todo la primera, la democracia mexicana estar铆a en severas dificultades.
Comienzo por la primera hip贸tesis. Los gobernadores se han convertido en virtuales se帽ores feudales: controlan no s贸lo la hacienda p煤blica sino toda la pol铆tica local. A trav茅s de las ingentes sumas de dinero que reciben del erario federal y por sobre las cuales, para todo fin pr谩ctico, no tienen que rendir cuenta alguna, tienen una bolsa de dinero pr谩cticamente ilimitada para ejercer el control total de los procesos pol铆ticos locales. A trav茅s del dinero someten y dominan a sus legislativos locales, comprando votos y voluntades sin resquemor alguno. Desde su perspectiva, lo que cueste el control es barato porque los dividendos son desproporcionados.
No es casualidad que los gobernadores enfrenten una situaci贸n de extraordinaria tersura en su relaci贸n con el poder legislativo local. A menos que gocen de una cultura pol铆tica de corte ateniense, a diferencia de lo que hoy ocurre a nivel federal, el peso del gobernador es aplastante, como en su momento lo fue el del presidente a nivel federal. Nadie puede con el poder real coercitivo y econ贸mico- de los gobernadores. Nuestros gobernadores controlan todos los 贸rganos pol铆ticos estatales: a trav茅s del control del legislativo local nombran a los miembros del Instituto Electoral Estatal, a los 贸rganos de vigilancia del gasto y, en general, a todo lo que podr铆a ser una fuente de contrapeso a su poder, incluyendo a la judicatura local. Adem谩s, en su actuar cotidiano, los gobernadores gozan de un vasto instrumental para manipular una elecci贸n de manera indirecta, como ilustr贸 el gobernador de Oaxaca hace unos meses al utilizar unos bombazos como medio para alentar la abstenci贸n. Si la democracia est谩 coja a nivel federal, simplemente no existe a nivel local.
Si a lo anterior se le agrega la excepcional vocaci贸n de poder de los pri铆stas y la igualmente excepcional falta de vocaci贸n de poder entre los panistas, el cuadro adquiere caracter铆sticas de las que el propio Mussolini se habr铆a sonrojado. Los pri铆stas saben qu茅 es el poder, c贸mo se puede emplear y porqu茅 es imprescindible dejar a un lado las diferencias entre sus diversos grupos en el momento de una elecci贸n. La evidencia de esto es abrumadora: lo vemos en la forma en que se organizan, votan y se disciplinan. A nivel federal, convirtieron la derrota en las urnas del a帽o pasado en la oportunidad de controlar al poder legislativo en pleno.
En contraste, y siguiendo con la segunda hip贸tesis, el PAN sigue jugando a la oposici贸n. Su tema no es el poder sino la agenda ideol贸gica; sus candidatos no responden a la l贸gica de las preferencias electorales (que, uno supone, deber铆a ser la principal consideraci贸n para un partido que aspira a ganar una elecci贸n), sino la pureza ideol贸gica. Al PAN lo dominan su cerraz贸n ideol贸gica (o la de su liderazgo) y las querellas y disputas internas. En lugar de plantearse llegar al poder como una oportunidad para implantar su ideario, temen ensuciarse con su ejercicio. En lugar de construir una maquinaria electoral desde el poder, se desviven por ser oposici贸n y, ya en esa din谩mica, una oposici贸n pobre porque si no ganan elecciones ni oposici贸n podr谩n ser.
En Puebla, un peque帽o microcosmos de nuestro federalismo, se pudo observar la forma en que operan nuestros gobernantes, la inexistencia (驴e inviabilidad?) de un sistema efectivo de pesos y contrapesos y, en una palabra, lo modesto de nuestra democracia. Como en los viejos tiempos del presidencialismo pri铆sta, los gobernadores se han apoderado de los 贸rganos de decisi贸n y utilizan el gasto p煤blico para controlar al estado y corromper a sus legisladores para ser amos y se帽ores. La peor versi贸n del modelo presidencialista se ha reproducido a nivel local y, como ilustra la elecci贸n de la semana pasada, no hay buenas razones para suponer que esto cambiar谩 en el futuro.
El pa铆s pas贸 de la monarqu铆a presidencial al feudalismo de los gobernadores y ahora se encuentra, a nivel federal, en una lucha por la re centralizaci贸n del poder hacia el legislativo. No es dif铆cil imaginar un nuevo modelo pol铆tico donde el PRI, con algunos perredistas que igual que ellos saben usar el poder, acaben dominando la escena nacional. Pero es obvio que, a nivel estatal, los gobernadores son amos y se帽ores sin contrapeso alguno.