Desconfiado
15 de julio, 2012
Luis Rubio
芦El Pr铆ncipe, escribi贸 Maquiavelo, debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de s铆 mismo y proceder con moderaci贸n, prudencia y humanidad, de modo que una excesiva confianza no lo vuelva imprudente y una desconfianza exagerada intolerable禄. El presidente Calder贸n es una persona decente, responsable y seria que ha conducido un gobierno en 茅pocas turbulentas. Lamentablemente, lo hizo sin un sentido claro de direcci贸n y con un equipo enclenque. Los tiempos dif铆ciles suelen generar l铆deres naturales; lamentablemente para M茅xico, 茅ste no fue el caso.
El sexenio comenz贸 con turbulencia y va concluyendo de manera desordenada y hasta ca贸tica. A Felipe Calder贸n le debemos haber impedido que se consumara la amenaza destructiva que representaba el retorno al populismo, pero su gobierno no tuvo objetivos claros, estrategia o proyecto. Combatir al crimen organizado, un objetivo loable, no es substituto de estrategia ni puede ser la causa de un gobierno. Sin embargo, el sexenio se concentr贸 en ese solo objetivo a costa de todos los dem谩s. El resultado es que el pa铆s se encuentra pasmado y, una vez m谩s, a la espera de alguien al menos no peor. Su fracaso explica que la elecci贸n no fuera sobre 茅l sino entre anti priistas y anti amlistas.
El factor decisivo del sexenio ha sido la personalidad del propio presidente: desconfiado, obsesionado con el PRI, incapaz de reclutar personal profesional, se content贸 con un equipo en lo fundamental mediocre -pero supuestamente leal- que poco a poco fue desplazando -y lastimando- a los pocos funcionarios que destacaron por su capacidad y a quienes se sumaron a su proyecto en todos los 谩mbitos. Seguro de entender al mexicano con clarividencia, se dedic贸 a imitar, quiz谩 inconscientemente, una versi贸n del viejo presidencialismo priista, privilegiando el culto a la personalidad por encima del desempe帽o de su administraci贸n. Al final, acab贸 comport谩ndose como un priista pero sin la habilidad (y malicia) de aquellos y sin dejar un pa铆s en mejores condiciones de lo que lo encontr贸.
Si una caracter铆stica defini贸 a la administraci贸n 茅sta fue sin duda la desconfianza: alien贸 a sus contrapartes, hizo imposible negociar cambios legislativos relevantes, implic贸 la presencia de funcionarios opacos y limitados y conllev贸 una enfermiza obsesi贸n por evitar que el PRI ganase la presidencia que, como demostr贸 esta semana, es su verdadera naturaleza. En esa b煤squeda min贸 a su propio equipo, ningune贸 a su partido, intent贸 alianzas sin ton ni son y, una a una, destruy贸 todo vestigio de institucionalidad. La desconfianza hacia unos se tradujo en confianza desmedida hacia otros, que no lo justificaban por su capacidad o madurez. Su incomprensi贸n del poder le llev贸 a ser muy decisivo en un tema -el narco- pero ajeno y distante en otros.
Como suele ocurrirle a todos los apostadores, el presidente Calder贸n acab贸 con una mala baraja. Se asoci贸 con l铆deres sindicales corruptos que nunca cumplieron sus promesas, privilegi贸 el conflicto con su 煤nico aliado legislativo posible y se ceg贸 ante oportunidades en frentes distintos al de la seguridad -como educaci贸n, reforma judicial y pol铆tica exterior- y acab贸 con niveles de violencia e inseguridad ciudadana sin precedente y sin visos de resoluci贸n. Apost贸 y perdi贸.
El crimen organizado no naci贸 con el presidente Calder贸n. Como persona responsable, entendi贸 la magnitud del desaf铆o al Estado que representaban las organizaciones criminales y se aboc贸 de lleno a combatirlas. Su estrategia puede ser discutible, pero el hecho de combatir a un enemigo tan brutal es indisputable. El problema es que la estrategia adoptada tiene consecuencias y, al no haber procurado convencer a la poblaci贸n de sus bondades y ganado su apoyo desde el inicio, en el momento en que la violencia comenz贸 a ascender y el impacto de la criminalidad a arraigarse en las familias mexicanas, el presidente se qued贸 sin nada.
Ahora que se acerca el ocaso de su sexenio, el presidente sigue empe帽ado en sus propias obsesiones, abandonando el legado hist贸rico del PAN que son las causas ciudadanas. Peor, paradoja de paradojas, tan preocupado por un posible triunfo del PRI, abandon贸 a su candidata y no logr贸 construir un andamiaje institucional y econ贸mico que contribuyera a un resultado electoral m谩s favorable. En lugar de ser factor de unidad, conciliaci贸n e institucionalidad, favoreci贸 el conflicto y la animadversi贸n. En lugar de intentar el triunfo de su partido, acab贸 con el escenario que m谩s lo ha obsesionado.
Dice un ex gobernador del PRI que sus colegas y los del PRD har铆an mal en subestimar la capacidad destructiva de Felipe Calder贸n cuando se empe帽a en avanzar sus objetivos, as铆 quede nada despu茅s de su sexenio. Dado el resultado de la elecci贸n, se coloc贸 en el peor lugar posible: como el ejemplo de lo que no debe ser un gobierno y, por lo tanto, como el parapeto que seguramente emplear谩 el PRI duro que gan贸 la elecci贸n para hacer un contraste radical. Apost贸 en contra del PRI pero no hizo nada para evitar su triunfo. Felipe Calder贸n acabar谩 como el panista que hizo posible al PRI y, peor, como la raz贸n de ser de su recuperaci贸n.
Los presidentes inician su mandato seguros de que cuentan con un mundo de tiempo para organizarse y transformar al pa铆s. Sin embargo, en la medida en que avanza el sexenio, el tiempo se esfuma y muy pronto se encuentran con que ya est谩n en la recta final. Entre el inicio y ese momento intentan todas las cosas que se les ocurren y algunas les salen bien. Pero el tiempo se agota y la pregunta t铆pica sobre el legado se torna irrelevante. Lo 煤nico que queda es tratar de evitar una crisis y salir lo mejor librado.
Los pasivos del sexenio son bien conocidos y no es necesario abundar en ellos. Pero tambi茅n hay activos que no han sido explotados en buena medida porque toda la atenci贸n se puso en objetivos inalcanzables. En lugar de las animadversiones que lo caracterizan y que con facilidad lo podr铆an convertir en el hazmerre铆r del pr贸ximo gobierno, har铆a bien en cuidar los activos que s铆 cre贸, sobre todo en cuanto a la lucha contra el crimen organizado, construyendo acuerdos para la protecci贸n del ej茅rcito.
Las obsesiones, dec铆a Norman Mailer, son el mayor desperdicio de las actividades del hombre. La obsesi贸n por lograr algo que no se encuentra en su poder son f煤tiles y, peor, peligrosas. Felipe Calder贸n acaba como comenz贸: sin proyecto, sin partido y sin rumbo. Lo 煤nico que le queda es confiar en que el nuevo gobierno piense en el futuro en lugar de intentar restaurar el pasado, pues s贸lo as铆 Calder贸n tendr谩 algo por lo cual ser recordado con bonhom铆a. Pero lo suyo no es confiar.
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